mércores, xullo 25, 2007

Le Rosaire de l´Aurore. Número treinta y uno, julio de 2007.







«¡LE ROSAIRE HA SALIDO! ¡DESCÁRGUESE LE ROSAIRE!»



Número treinta y uno, julio de 2007.
SUMARIO.







COMENTARIOS AMPERPAPIGIOS por Gervasio Friztgerald, director capitidisminuido de LR.

LA CORONA Y EL SEXO. LR pone bajo los ojos de sus lectores un documento excepcional. Un informe de Gerineldo Marlopa, asesor jurídico de la Zarzuela, donde expone con su habitual rigor científico importantes problemas que ha puesto a la luz el asunto de la viñeta de El jueves.

AVENA LOCA. Una viñeta del Rucho.








Puede leer el número treinta y uno en formato PDF pulsando aquí.

Y descargarse cualquiera de los números anteriores visitando la bitácora de Le Rosaire pulsando aquí.







xoves, xullo 19, 2007

La torre de la rosaleda.



El Rucho sigue con sus poemas reivindicativos (otros son Ponferrada ha hablado y Ríos de savia) y, después del café de ayer en que estuvimos despotricando del urbanismo, me manda este soneto:








Enhiesto surtidor de sombra y miedo
que amenazas al pueblo con tu lanza.
Gnomón que a las estrellas casi alcanza
para medir el oro que es mi tiempo.

Mástil de hierro, amenazante dedo
que justo en medio de la ciudad te alzas
para romper desde la lontananza
la vista de los montes que más quiero.

Cuando te vi, axioma de hormigón,
qué ansiedades sentí de destruirte,
de volver al pasado, de regreso

al tiempo en que la vida era otra cosa
y no una farsa en manos del Progreso.
Río, pues llegarán heladas y eres rosa.




El Rucho sobre El ciprés de Silos de Gerardo Diego (y en Wikipedia).

sábado, xullo 14, 2007

Gerifalte instantáneo.


LOS LIBROS ANTES DE TIEMPO.

En diciembre de 2004 se me vino a la cabeza una idea para una novela. Los primeros apuntes que guardo son del día de inocentes y en ellos esbozo un esquema general de la trama:



La idea siguió rondándome la cabeza y el 10 de enero por la tarde, en un arrebato, escribo los capítulos de la primera parte (El rugido del león) y decido ofrecérselos a Gervasio Friztgerald para Le Rosaire de l´Aurore (en aquellos tiempos sólo aspiraba a ser colaborador del ínclito pasquín que he terminado por subdirigir plenipotenciariamente). Gervasio aceptó y me animó a continuarlos: Me alegra que hayas recuperado tu tono más absurdo precisamente para una historia de espías como ésta, además el desarrollo de la trama, tal como lo planteas, me agrada. Lo publicaremos por microentregas, me dijo.
Puntualmente fui revisando y rescribiendo los capítulos de lo que finalmente se tituló Gerifalte instantáneo para Le Rosaire ajustándolos al espacio que me ofreció Friztgerald. La historia, claro, fue desarrollándose por sí misma al margen del esquema original aunque el mismo continuaba como objetivo a desarrollar.
La vida real hizo acto de presencia y tuve que dedicarme a otros menesteres. Cuando pude recuperar el desarrollo de Gerifalte la realidad de los protagonistas (Leonor de Borbón nacida y otra niña en camino) hacía un poco inútil continuar con la trama tal y como la había planteado dos años antes. Era una novela por entregas para escribir en poco tiempo, en tres o cuatro arrebatos narrativos como aquel del 10 de enero de 2005, y no habiéndolo podido hacer todo perdía un poco de sentido.

P.S. En ningún caso descarto continuar la novela, pero ahora no me apetece hacerlo. En esta Constelación están los catorce capítulos que logré escribir y publicar (Pueden leerlos pulsando aquí). En el camino quedaron otros que, si bien estaban escritos y me divertían, carecían de relevancia para la trama. Un ejemplo sería este que transcribo tal y como estaba en el primer borrador:

10 de enero de 2005.

Se extrajo el semen y se durmió a la Reina Letizia que aquella noche tras acostarse con el doble* de su marido fue sedada y fecundada con éxito. La sucesión estaba asegurada.
«Señor», dijo Duarte tras presentar el correspondiente informe, « aquí ya he terminado ¿Puedo unirme a Ego**?»; «Aún no, Walter ha perdido el rastro. El F 16 de Felipe VI ha pasado Noruega y continúa hacia el norte, hacia Islandia»; «Se está metiendo en la boca del lobo. Ego conoce Islandia como la palma de su mano»; «Sí, pero el Rey no es tonto. Creo que nos intenta engañar aunque no sé cómo»; « ¿Piloto automático?»; «Es demasiado simple pero no lo descarto… También puede que tenga un cómplice»; «Pero quién podría ser»; «Eso es lo que tienes que averiguar. Vete con Alfredo a la Zarzuela»


FIN DEL CAPÍTULO


El Teatro Real no es el mejor sitio para pasar desapercibido en pijama pero como el propio Duarte diría «todo es cuestión de actitud». Aprovechando una banda multicolor que llevaba en el maletero y un gorro frigio se presentó en la entrada como el embajador de Grecia, las invitaciones que le había conseguido Pantaleón hicieron el resto. Desd el palco tres se dispuso a cumplir las órdenes de su jefe.
En el segundo acto de la zarzuela La hija del horchatero de Rudesindo Pi, justo cuando el tenor canta aquello de:



«Eres guapa y esbelta
y de grácil figura
pero lo que me gusta
más de ti, ricura,
es que tus manos
saben a menta»



Troche lo vio claro (de sobra son conocidos los efectos potenciadores del raciocinio de nuestro género chico): Felipe seguía en España. Simplemente había ordenado a un miembro de su Guardia que hiciese ese vuelo zigzagueante mientras él se escondía en Palacio. Sacó el teléfono móvil del gorro frigio: «Pantaleón, Felipe no se ha ido» Todo el auditorio le reprendió con un estruendoso «Ssssssssssss». Duarte continuó: «En el avión no va él. Ordena regresar a Ego» Desde el palco doce la presidenta del Tribunal constitucional, gran amante de la lírica castiza, sacó un revólver con el que disparó al maleducado. Afortunadamente Alfredo intuyó las intenciones de la magistrada y apartó de un empujón al que para todos era embajador de Grecia al grito de « ¡Cuerpo diplomático, cuerpo diplomático!» Los propios guardaespaldas de la presidenta la redujeron pero los disparos pusieron nerviosos a los abonados que comenzaron a sacar sus propias armas de fuego y se apuntaron, amenazantes, los unos a los otros. Una mosca, algo gorda, que cruzó la platea o desencadenó todo. La masacre del teatro real impidió a los medios reflejar la noticia del accidente de un F16 español en territorio británico. A Pantaleón no le gustaba deber favores al MI 6 pero, en este caso, era «imprescindible»

La historia, tras la huida de Felipe, se terminó desarrollando de otra forma pero este capítulo me continúa gustando aunque necesita varias escrituras más.


*Los dobles de los miembros de la familia real han sido siempre prudentemente esterilizados.

**Nota de 2007: En el primer borrador Walter Ego era el agente encargado de la persecución de Felipe VI. En la redacción definitiva (la publicada en LR) no se da nombre alguno del perseguidor.

martes, xullo 10, 2007

Ríos de savia, por el Rucho.

Hace unas semanas el Rucho me pasó un romance con el que pretendía llamar la atención sobre la salvaje tala de los chopos que había en el parque de la Concordia en Ponferrada. Por causas ajenas a mi voluntad no he podido publicarlo aquí hasta ahora, menos mal que otros (aquí y aquí ) que, por suerte, tienen más lectores lo hicieron en su debido momento.


RÍOS DE SAVIA.



Para A., que se abraza a los árboles.



Que ya cortaron los chopos,
chopos, chopitos, choperos,
y corrió a ríos su savia
junto al río verdadero.
Que ya cortaron los chopos
porque lo mandó el Dinero.

Oíd, vecinos y amigos,
la historia que hoy os cuento
y aunque os la diga en verso
no penséis que me la invento.
La historia de un genocidio
salvaje, brutal y cierto
sucedido aquí al lado
mientras guardamos silencio.
Las causas de la matanza
las ignoro de momento
pero, por lo que yo sé,
nadie estaba descontento
con el poblado de chopos,
chopos, chopitos, choperos,
que vivían junto al río,
aquí mismo en el paseo,
que desde la vieja térmica
llega hasta el puente Cubelos:
eran unos cuantos chopos,
igual casi medio ciento,
que silenciosos miraban
como discurría el tiempo
como sólo ven las plantas
a su ritmo arbóreo y lento.
De vez en cuando reían,
animados por el viento,
y agitaban las sus hojas
entonando un canto viejo.
Por el verano, su sombra
buscaba yo cual poseso
para huir del sol injusto
cuando cae a plomo y peso.
En primavera, mi amigo,
los maldecía, es cierto,
cuando echaban sus semillas
a volar por nuestro cielo.
Y entre el polen y la grana
-con su blanco cubrimiento-
despertaban las alergias
y ponían perdido el suelo.
Su mayor inconveniente
era éste que les cuento
no piensen que se lo oculto
aunque los eche de menos
no voy a hablar sólo bien
por el hecho de haber muerto
que yo no soy periodista
y aún menos politiquero.

Que ya cortaron los chopos
chopos, chopitos, choperos,
y corrió a ríos su savia
junto al río verdadero.

Tras talarlos, mutilados
mandó venderlos Progreso
¡qué no frenan treinta vidas
el avance del Dinero!
Y más compensa al que obra,
al constructor cementero,
acabar con lo que había
para empezar desde cero.
Ya sabéis que son devotos
de lo último y lo nuevo
ya sea ridículo, hortera
minimalista o de acero
ellos se lanzan a usarlo,
pegue o no con el proyecto,
cumplen su ciego tesón
de ser de los más modernos:
por eso cortan los chopos,
chopos, chopitos, choperos.
Y no descarte el lector
que planten ahora otros nuevos
que nos cobrarán a todos
a través de Ayuntamiento
diciendo que son mejores
« ¡Cómpreme chopo transgénico!»
Y nosotros, como bobos,
aceptaremos el cuento,
les tomaremos cariño
y luego los lloraremos
cuando dentro de unos años
mande de nuevo el Progreso
que se corten y se vendan:
«Que no se estila el chopero.»

Amiga, ¡cuidado! ¡Quite!
deje pasar al Dinero
viene abriéndose camino
a sangre, a savia y a fuego.

Vecino, ¡quieto! ¡Cuidado!
nuestra vida no es un «pero»
cuando vienen mercenarios
a hacer lo que quier’ Dinero.

Que ya cortaron los chopos,
chopos, chopitos, choperos,
y corrió a ríos su savia
junto al río verdadero.
Que ya cortaron los chopos
porque lo mandó el Dinero.




Del Romancero anticapitalista.


*También publicó el romance el semanario Bierzo 7 en su número 1183 del pasado 28 de junio.

Un poema (casi) inédito de Carmen Martín Gaite.



UN CANON ACCIDENTAL.

En 2002 tuve la suerte de acudir en Coruña a una exposición que organizó Circulo de lectores para homeajear postumamente a Carmen Martín Gaite. Allí, además de primeras ediciones y originales de sus obras, pude leer por vez primera fragmentos de sus Cuadernos de todo que por fortuna tiempo después publicó Areté. Uno de aquellos cuadernos estaba abierto por una página en la que Martín Gaite había escrito un poema que me gustó desde la primera lectura.




El poema de puño y letra de su autora. Imagen sacada del programa de aquella exposición.




Es decir:

30 de junio, tren.

¿Qué cifras y destellos
de las constelaciones
tuvieron que chocar y combinarse
para que tú en persona,
verde arcángel,
vinieras a ponerte en mi camino
que era sólo un geométrico
camino de papel cuadriculado?

Que yo sepa no ha sido publicado en la mencionada edición de sus Cuadernos ni tampoco se recoge en Después de todo (Poesía a rachas) su magnífico libro de poemas editado por Hiperión. No me resisto a intentar difundirlo, en la medida de mis posibilidades.



luns, xullo 09, 2007

Historias de Filadelfia.



(The Philadelphia story, 1940. Director: George Cukor. Guión: Donald Ogden Stewart sobre la obra teatral de Philip Barry. Intérpretes en la foto: John Howard, Gary Grant, Katharine Hepburn y James Stewart)



HISTORIAS DE FILADELFIA.

Para Abril.



De casilla en casilla sin pisar la cuadrícula
avanzaba siguiendo modelos meridianos
como diosa de bronce con alas extendidas
incapaz de querer explorar los atajos.

El guión era claro: «No hay flaqueza que valga,
desoye todo canto de tritón o sirena,
no mires el paisaje: la meta está delante
y nada debe, nunca, distraerte de ella»

Pero la vida, claro, presenta encrucijadas
momentos en que debes elegir un camino
que los atlas que usas ni siquiera conocen
y la broza que crían te tapa su sentido.

Y has de improvisar, confiar en el hado,
actuar sin guión; sabiendo que lo otro
(los dogmas, la cuadricula y las reglas de oro),
lo que llamabas vida, era lo equivocado.

Del funcionamiento del periodismo.

En algún lugar de la página 45 falta una coma, por voluntad consciente o incosciente del linotipista de turno que dejó de ponerla ese día, a esa hora, en esa máquina; cualquier desequilibrio que este error ocasione al mundo es responsabilidad suya.



(Augusto Monterroso, FE DE ERRATAS Y ADVERTENCIA FINAL, en Movimiento perpetuo).




Hace cosa de un año, tras escribir para la sección Quién no es quién de esta bitácora una biografía del maestro Sabino Ordás, Miguel Ángel González me animó a que la convirtiera en artículo y se comprometió a hacer lo posible para que la publicasen enviándoselo a un amigo suyo, redactor de Diario de León. Así lo hice y el resultado fue En los cien años de Sabino Ordás, artículo que pueden leer pulsando aquí.

Como realmente, cuando llegó al Diario, ya corría el año ciento uno de la vida del maestro de Ardón y los periódicos son rehenes de la “actualidad” el texto no fue publicado aunque me dijeron que era interesante.

El pasado 30 de abril don Sabino volvió a ser carne de noticia tras la aparición de un libro de sus más cimeros discípulos (Aparicio, Mateo y Merino, ya saben) que Ordás prologa con la maestría de siempre. El Diario le dedicó una página de su sección de CULTURA dividida en cuatro partes:

la primera dedicada a la presentación del libro,

la segunda transcribe la reseña editorial del volumen,

la tercera copia parte del prólogo de don Sabino

y la cuarta habla del maestro de Ardón.

La página la firma Emilio Gancedo, el redactor amigo de Miguel Ángel y cuando vi el retrato de don Sabino que acompaña la noticia me dije «Algún efecto tuvo el artículo que le envié» Luego leí el texto que comienza diciendo:

Dicen que tiene ya cien años, aunque nadie lo sabe a ciencia cierta y en ese punto es un poco como don Victoriano Crémer. El hecho es que Sabino Ordás, el filósofo de Ardón que nació en alta mar a bordo del buque Covadonga, ha reaparecido para firmar el prólogo de esta obra, […]

Mis ojos volvieron atrás ¿Nació en alta mar a bordo del buque Covadonga?

Les ruego que lean mi biografía, ahí en la columna de la derecha,… Supongo que Gancedo buscó algo de documentación sobre el maestro y el buscador electrónico le trajo a esta Constelación y mezcló algunos datos. Sabino Ordás, hasta donde yo sé, no es naonato como un servidor sino que nació en Ardón y no en un barco que regresaba de América. Después sí tuvo que marchar a América y quizá lo hiciera desde Vigo en el trasatlántico que, años después, me vería nacer a mí. Pero eso debiera decirlo él y no yo.




Constelación decimoctava en Diario de León (VIII)









Don Alfonso García, coordinador de Filandón (las páginas dominicales culturales de Diario de León), ha tenido a bien acoger en ellas a otro de mis microcuentos. Desde aquí se lo agradezco.





Es decir:

CONSTELACIÓN DECIMOCTAVA.




SERGIO B. LANDROVE.





Dantesco.


Me enamoré de ella cuando era una niña pero, por favor, no piensen mal porque yo también era un niño. Teníamos los dos nueve años cuando la vi por primera vez y quedé prendado de ella. Jugaba con sus amigas a la comba en la plaza, llevaba un vestido color sangre y en sus ojos brillaba una belleza que me anticipó un sentimiento que sólo años después acerté a llamar Amor. « ¿Por qué no puedo dejar de pensar en ella?», recuerdo que me decía entonces. Al final, gracias a las películas, encontré la respuesta: «Estoy enamorado», concluí. A pesar de que el diagnóstico era irrebatible (sentía, sin la menor duda, las célebres mariposas en el estómago) las dudas no cesaron… «Estoy enamorado, sí. Pero, ¿qué debo hacer?»
Desde aquél día en que la vi volando con su vestido rojo había actuado instintivamente como los enamorados del cine (del cine de entonces, claro): la admiraba en secreto, planeaba encuentros «fortuitos» y siempre vencido por los nervios, me alejaba corriendo cuando estaba a punto ya de hablar con ella. El Amor me había poseído, me sabía sus horarios al dedillo, madrugaba para salir a la calle cinco minutos antes que ella y seguir el ronsel de sus pasos, primero hacia el colegio, después, hacia el instituto. En mi diario, que comencé a llevar en segundo de BUP, escribí de un día aciago: «Ya no soy yo mismo. Hoy me he cruzado con ella y sus amigas en el pasillo y, aunque iba hablando con Fabián, me quedé mudo, paralizado. Un repentino temblor atacó la parte izquierda de mi pecho y tuve que apoyarme en la pared para no caer al suelo…» Evidentemente mis reacciones no pasaban desapercibidas para nadie y menos para ella y sus amigas, aquel día, después de mi desfallecimiento las chicas se alejaron «riéndose a carcajadas de mí»
La fortuna quiso que ambos, tras el bachillerato, nos quedásemos en la ciudad: yo estudiando derecho; ella, trabajando en la librería de sus padres. Hasta que un día, antes de que, al fin, reuniera fuerzas para confesarle lo que ambos sabíamos desde hacía tanto tiempo, la atropelló un coche. Su muerte, que sucedió ya hace diez años, transformó mi vida de feliz en gregaria de una ciudad gris que quedó para siempre viuda, despojadas todas sus esquinas de la magia que ella les había regalado al habitarlas.





Nota del autor: Dante Alighireri (1261-1321) además del Canto Primero (Infierno) de su Comedia, que tiempo después Boccaccio calificó de “Divina”, escribió otros dos cantos, en los que describe el purgatorio y el cielo, y también La vida nueva, libro en el que recoge los sonetos que le inspiró su frustrado amor por Beatrice lo que permite ampliar el campo semántico de «lo dantesco».